La semilla de Tamarix Gaditana

El árbol humanista autóctono de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz dedicado al Mundo Antiguo y cultivado por estudiantes


αὐτὰρ ὃ διογενὴς δόρυ μὲν λίπεν αὐτοῦ ἐπ᾽ ὄχθῃ /κεκλιμένον μυρίκῃσιν…

Y él, entonces, Aquiles, de la estirpe de Zeus, allí mismo la lanza, en la ribera, / apoyada dejó contra unos tamarices

Homero, Ilíada, XXI

¿Quién es este escudero de poderosas raíces que llegó a custodiar la lanza de Aquiles a orillas del río Escamandro, en plena guerra de Troya?

Homero lo llama μυρίκη, una posible variante de ἁλμυρίκι, palabra que ya evoca la esencia del mar: ἅλς y μύρα; sal y agua. Virgilio retoma la semilla de la lengua griega y trasplanta al latín una myrica en sus Bucólicas. Plinio el Viejo sigue cultivando el árbol que crece ya en su Historia Natural con el nombre de tamarix. Pero esta palabra latina no se ha olvidado del mar: el golpe de voz TAN/DAN que resuena en tamarix también fluye en Támesis, en Danubio y en tantos otros ríos cuyas aguas emergen de las profundidades de la tierra hasta desembocar en el mar.

Así pues, desde el Mundo Antiguo, un árbol muy peculiar y humilde viaja junto al mar en una misma palabra. Y es que el género Tamarix acoge a los árboles que se atreven a crecer más cerca de la orilla; los que son capaces de hacerle frente a la sal que impregna todo su entorno, gracias a unas profundas raíces que ahondan bajo la arena en busca del alivio de subterráneas aguas dulces. Por ello, el tamariz se convierte en una auténtica fortaleza vegetal, amurallada contra las sequías y las embestidas del viento, contra el sol abrasador y las plagas más letales, e incluso, contra el implacable fuego, cuyas llamas lanzadas por Hefesto ya fueron toda una amenaza en aquella lejana ribera del Escamandro.

Pero la primavera de marzo de 2023 trajo a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz los primeros brotes de la semilla que ahora crece como un árbol autóctono e inédito en su especie: Tamarix Gaditana, dotado de unos rasgos que lo diferencian claramente de toda su familia, pues la savia que fluye por su tronco brota de la inagotable fuente del Mundo Antiguo. Y es que este tamariz es consciente de que sólo podrá resistir la extrema aridez y salinidad de un entorno adverso si sus raíces logran alcanzar las aguas vitales de la Antigüedad. Con estas imprescindibles sales minerales, extraídas desde lo más profundo del humus, nuestro árbol está componiendo una frondosa copa que acoge en su sombra a las Humanidades: esos saberes que nos nutren como seres humanos pero que tan injustamente reciben siempre el castigo de la intemperie.

Y del mismo modo que las raíces más jóvenes son las encargadas de absorber los nutrientes de la tierra, los estudiantes somos quienes tenemos la responsabilidad de desenterrar el mundo antiguo que late bajo el fino pavimento de nuestro presente. Por tanto, como estudiantes no olvidamos el más puro sentido del verbo latino studeo, que guarda en su etimología el esfuerzo, la dedicación, la perseverancia y, en definitiva, el entusiasmo por crecer aprendiendo. Todos estos significados del estudio son fundamentales en el cultivo de nuestro árbol, que nace para ofrecer una fresca sombra entre las arenas empapadas de sal y abrasadas por el sol. Porque, en un contexto de emergencia climática, Tamarix Gaditana recuerda nuestro vínculo vital con la naturaleza y los árboles, que oxigenan la atmósfera y, tras su metamorfosis en libros, oxigenan también nuestro pensamiento y nuestra sensibilidad. En un contexto de aceleración vertiginosa del ritmo de la vida, cuando la prisa acecha también nuestro aprendizaje y conocimiento, Tamarix Gaditana se une al propósito del filósofo Nietzsche en “no escribir más que aquello que pueda desesperar a quienes se apresuran”, reivindicando la lentitud y el sosiego de la escritura, de la redacción pausada, como condición de posibilidad para cultivar nuestro pensamiento crítico, para abrirnos al cuestionamiento y la duda. Y es que en un contexto de sofisticadas tecnologías de información instantánea e inteligencias artificiales en emergencia, Tamarix Gaditana recuerda que, a los seres humanos, nos diferencia radicalmente de toda máquina nuestra creatividad y reflexión, nuestra interrelación de conocimientos, nuestras metáforas, nuestra empatía. Por ello, el cultivo de este árbol se aleja por completo, en su propósito, de conformar un repositorio de información impersonal, distanciada y fácilmente proporcionable por una inteligencia artificial; aspira, en cambio, a fomentar el desarrollo de nuestras capacidades genuinamente humanas. Porque el cultivo de un árbol, de un ser vivo, solo se consigue con escritos que palpiten con la calidez de lo vivo. Pero ¿cómo?

Creemos un Ágora a la sombra de Tamarix Gaditana. La más humilde evocación de aquella Asamblea de ciudadanos comprometidos en el cultivo de la polis durante la antigua democracia ateniense. Un coloquio constante, un intercambio de ideas entre estudiantes activos e implicados en el cultivo —en el cuidado— de aquella lejana civilización que alumbró la ética, la filosofía, la literatura, la música, la historia, la política, las artes, las ciencias, el pensamiento crítico y, en una palabra, las Humanidades: las raíces antiguas que nutren a este humilde tamariz.

Si reconoces en la sabiduría de la Antigüedad las semillas para comprender, mejorar y transformar nuestro presente; si entiendes que el ayer sólo estará vivo mientras el ahora siga aprendiendo de él, que la savia del Mundo Antiguo solo fluirá mientras siga creciendo el tamariz; si te indigna la vertiginosa e intencionada desertificación de nuestro entorno; si crees que tus reflexiones, lecturas, experiencias e inquietudes pueden ayudarnos a fortalecer nuestras raíces; entonces, no lo dudes: sentémonos, todas y todos juntos, a la sombra de nuestro árbol. Empecemos a conversar. ¿Qué has aprendido, qué te inquieta, qué te entusiasma, cuál es esa idea que sembrarás, hoy, para que enraíce en el Ágora de Tamarix Gaditana?

Pinguia corticibus sudent electra myricae

Rezume abundante ámbar la corteza del tamariz

Virgilio, Églogas, VIII

    Por último, la estudiante Marina Eiriz Zarazaga desea dejar constancia de su profundo agradecimiento y admiración hacia el helenista Pedro Olalla y su libro Palabras del Egeo; pues el nombre de Tamarix Gaditana no es sino el vástago gaditano de aquellos egeos tamarices de Kímolos, humildes dioses que sombrean el cuaderno donde el autor hace brotar el río y la savia del logos. Gracias por hacer posible que, al término de la lectura y de la cuenta atrás, el barco que atracaba volviera a zarpar de inmediato rumbo a Cádiz, con una semilla polizona a bordo que, nutrida por “la vocación de crecer aprendiendo”, ha germinado en Tamarix Gaditana.

“La lengua del Egeo, si es realmente un árbol, no es siquiera una higuera: es uno de estos viejos tamarices que hunden su raíz en la arena salobre de la orilla del mar”.

Pedro Olalla, Palabras del Egeo (Acantilado, 2022)

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